El odio es un afecto más lúcido que el amor pues, aunque ambos se ubican en la falta de ser, el amor intenta velarla mientras que el odio la re-vela redoblando la apuesta y reconociendo aquello que la suple: el Uno. Y el Uno que soporta el odio es inherente al lazo social. ¿Entonces cómo responderán los psicoanalistas a la segregación, producto del cruce entre el capitalismo y la ciencia? La subjetividad de la época nos empuja a tomar el relevo de Lacan.