El sujeto es nuestro contemporáneo cuando no cesa de usar su poder de creación —lo que lo hace “inactual” por estructura—. Ese proceso de creación lo ha llevado a enfrentarse con el problema intrínseco de la representación, que no puede hacer otra cosa que representar, es decir, reparar en el enigma de lo real. Lo transcendente religioso es una respuesta a lo impensable del sujeto. El psicoanálisis ha acogido a los sujetos privados de la neurosis obsesiva universal (la religión) por la modernidad. A su turno, la postmodernidad objeta la religión privada, la neurosis, lo que obliga al sujeto a escoger entre refugiarse en un radicalismo religioso de aspecto paranoico, o apostar por un cambio radicalmente novedoso. El psicoanálisis, profano, parece abrir la posibilidad de una trascendencia laica.