Este escrito se propone valorar la obra de un juglar, de un creador de canciones infantiles, es importante por las múltiples dimensiones que el cantar a los niños y a las niñas encierra, tanto más en un país como la Colombia de hoy. Jairo Ojeda, sin duda, es un pionero, alguien que, con su guitarra y su imaginación, desbrozó caminos para atrapar mariposas, y, cual trashumante, recorrió el país para cantar con las comunidades negras e indígenas, para proponer acercamientos pedagógicos tocados de sentido y compromiso ético y estético. La palabra sensible vehicula sus búsquedas; una palabra que potencia las posibilidades de decir, desde ellas, cantarle al terruño, y contarle a los niños, en cada canción, el discurrir de la vida misma.