La escuela continúa inmersa en tensiones propias de una sociedad atrapada entre demandas y necesidades claramente contradictorias, aun cuando desde hace más de un siglo no ha dejado de evidenciarse su sujeción a la acción de fuerzas opuestas entre realidades sociales, económicas y culturales diversas, entre una gran variedad de intereses que han girado en torno a ella y la manifiesta desigualdad de las trayectorias escolares generadas. La utopía y el optimismo están en su esencia, pero también lo están la contradicción y su origen diferenciador, elitista, el cual se ve reforzado por un sistema educativo que no logra dar un salto cualitativo significativo en su funcionamiento esencial, ni transformarse lo suficiente como para posibilitarle dejar de ser una escuela que fragmenta en etapas inconexas los imprescindibles aprendizajes clave para devenir, de una vez, en la escuela del siglo xxi, una institución por la que todos puedan transitar y obtener importantes beneficios, para sus propias vidas y para la sociedad en su conjunto. El presente artículo, que aborda estos aspectos con la intención de generar un marco interpretativo sobre el actual funcionamiento del sistema educativo, se centra en la realidad española, aunque el sistema educativo contemporáneo tiene sorprendes similitudes en un amplio conjunto de países.