Se presenta un barrido histórico que rescata desde 1945 hasta nuestros días una de las principales características del la vida política de Colombia: La estigmatización de la llamada oposición política. Es dar cuenta de la persecución social, política y militar de quienes, individual o colectivamente, representaban una opción diferente a los gobiernos de tinte autoritario que han venido matizando a la República de valores pluralistas y democráticos, que de una u otra forma, nuestras cartas políticas han plasmado en el papel.
 
 Pero se pretende de igual manera puntualizar y resaltar que parte de los problemas que la oposición ha venido padeciendo se deben, sin dudas, a la inexistencia de garantías legales (concebidas en su más amplio sentido) y políticas para el ejercicio y expresión de su ideas y proyectos sociales, económicos y políticos.
 
 La salida al problema tiene que empezar por la existencia de un Estatuto de la Oposición que históricamente se ha le ha negado a Colombia, y se le ha visto hundirse bajo la forma de proyectos legislativos en la pereza, ignorancia y falta de voluntad política del nuestro Congreso. El referente utilizado que guía la reflexión presentada no es otro que el caudillo liberal asesinado bajo el estigma señalado de la oposición: Jorge Eliecer Gaitán.