Si bien hasta la década de los 60’s se tenía más o menos claro a que escuela o tendencia artística pertenecían los distintos objetos bi o tridimensionales creados, hoy tales referentes son difusos, las lecturas son disímiles y la crítica, mediadora entre el creador, la obra y el público, se encuentra cargada de metáforas y giros del lenguaje incomprensibles para el grueso de la población; es decir, el arte cada vez se hace más críptico, aún para los mismos comprometidos en el circuito de creación - valoración - difusión - consumo que asiste al arte.
 En consecuencia, en nuestro medio, el estereotipo al cual se recurre con mucha frecuencia para dilucidar las creaciones visuales de las dos últimas décadas se fundamenta en el marco del postmodernismo, acatado sin la más mínima reflexión o posición crítica como si todo el mundo tuviese la certeza de lo que se explícita, acto propio de nuestra cultura simuladora.