La austeridad y la grandeza en el diseño de algunos libros, y sobre todo catálogos de arte, es ante todo un placer visual y táctil que perdura en el tiempo y al cual volvemos en no pocas ocasiones. Del mismo que en una película la trama debe llevar al espectador hasta el final de la historia haciéndose imperceptible, en un libro: el papel, la tipografía y su distribución en relación con las imágenes y el resto del diseño, deben permitir al receptor entrar sin dificultad en la propuesta, máxima protagonista, que el libro hace. El dualismo entre forma y contenido es el origen de muchos éxitos o desastres editoriales. La necesaria llamada ocurre precisamente allí donde los dos parámetros se interrelacionan, accionando la riqueza estética y sensorial de los contenidos. La necesidad de convenir un modelo específico de actuación hace necesaria la posibilidad de establecer una serie de categorías y por ello de tipologías, capaces de gestionar y dar coherencia al heterogéneo paradigma en el que se mueve la cultura contemporánea a través algunas de sus publicaciones.