En la Ciencia Politica, el estudio de las elites politicas ha experimentado un boom desde los anos noventa, en tanto ha seguido un proceso de emancipacion respecto a los trabajos clasicos de corte prosopografico o sociologico. Para dicha disciplina, el concepto de elite politica es indisociable del de representacion politica, de manera que puede ser definido como miembro de la elite aquel personero politico que a traves de su posicion, prestigio —o influencia— participa directa o indirectamente en el proceso de toma de decision y elaboracion de politicas.1 Esto supone, por lo tanto, un numero restringido de personas, por oposicion a la masa de los representados/gobernados o a los politicos de segundo rango. Asimismo, en un contexto de generalizacion de los valores democraticos, los politologos han estudiado a las elites politicas con relacion a sus representados bajo el prisma de las dos caras de Jano: la semejanza y la diferencia. Semejanza, porque para poder llegar a ser los representantes de sus electores, las elites precisan parecerse a estos ultimos, de modo tal que puedan sentirse identificados. Diferencia porque, a la vez, deben distinguirse de los demas ciudadanos y candidatos, al mostrar sus credenciales de capacidad (intelectual, tecnica, entre otras) para legitimarse en su rol decisorio. Esta consideracion abrio el espacio a la elaboracion de numerosos trabajos sobre el perfil de las elites politicas y la diada entre su representatividad (proximidad a los electores) y su desempeno politico (su capacitacion para elaborar o evaluar/aprobar politicas publicas). Emergio asi una serie de trabajos que reflejan el alejamiento de las elites respecto a sus bases a favor de un crecimiento en el grado de “tecnicidad” de las mismas (tecnocratas y technopols).