Una tradición curricular muy bien establecida nos ha llevado a pensar que la enseñanza del álgebra es un asunto de la escuela secundaria. La idea detrás de esta tradición es que, para entender álgebra, es necesario tener una base aritmética relativamente sólida. De hecho, muchos —y entre ellos incluimos no solamente a matemáticos y educadores matemáticos, sino también a filó- sofos, científicos y sicólogos del desarrollo, como Kant, Newton y Vygotsky, respectivamente— han considerado el álgebra como una extensión o genera- lización de la aritmética.