En una época de cambios acelerados y de sociedades interdependientes por la globalización de la economía y el desarrollo de los sistemas de comunicación, la escuela es cada vez más compleja y heterogénea, ya que lo son los propios alumnos y el contexto social que la rodea. El aumento de la escolaridad obliga-toria, la creciente interculturalidad, la conflictividad en las aulas, la pérdida del rol tradicional de autoridad del profesor, las nuevas tecnologías de información y comunicación, así como las consecuencias en la escuela de la crisis económica suponen un reto permanente para los profesores. Los sistemas educativos intentan adaptarse a estos cambios realizando refor-mas curriculares, necesarias en muchos aspectos, aunque conservando antiguas estructuras de organización, y con la ingenua pretensión de que los cambios legislativos y curriculares bastan para producir una mejora en la enseñanza, sin tener en cuenta que el profesorado es la clave en la mejora cualitativa de los sistemas educativos y lo que verdaderamente determina el éxito o el fracaso de cualquier reforma o innovación curricular.