El presente artículo se propone reflexionar sobre cómo el Plan Regulador de la capital potosina en los años sesenta, marcado por el urbanismo moderno, motivó la modernización de una ciudad de origen virreinal. Aunque se siguieron algunas pautas reguladoras para mejorar su sistema viario, las acciones devastadoras para su centro cívico fueron rechazadas, debido a las grandes pérdidas edificatorias que representaban. No obstante, en el último aliento de la modernidad se renovaron algunos espacios abiertos fundacionales, lo que derivó en la creación y recreación de lugares singulares, propios para el encuentro y la convivencia, cargados de un notable sentido histórico y social.