La arquitectura se compone de una serie de elementos y son invariablemente los mismos desde sus orígenes: puertas, ventanas, columnas, muros, escaleras, cubiertas y pisos. Si bien el número es limitado, cada elemento constituye en sí mismo un mundo de variaciones y al agruparse, puede conformar partes de una totalidad o la totalidad misma: la forma arquitectónica. Veremos como la existencia o no existencia de una escala intermedia o mediadora entre los elementos y la totalidad —la parte—, determina en modo considerable el resultado final al interior del objeto arquitectónico.