Desde hace meses, cuando algunas personas se enteran de que estoy leyendo de nuevo a Louis Althusser y de que me gusta lo que leo, he venido escuchando comentarios que oscilan entre la perplejidad y el desasosiego.¿Althusser?-Sauve qui peut!, ¡sálvese quien pueda!-Pocos filósofos han tenido el "honor" de ganar tantos enemigos con su obra como Louis Althusser.Los casos pueden contarse con los dedos de una mano: Maquiavelo, Spinoza, Marx, es decir, aquellos justamente a quienes el mismo Althusser recurrió una y otra vez durante su carrera.¿Para qué leer a un autor identificado con la mácula de un pasado político que muchos quisieran no tener que recordar?¿Qué tiene que decirnos hoy día un filósofo hipersensible, admirador de Lenin, militante incondicional del partido comunista, homosexual, que buscaba ansiosamente una entrevista con el Papa y que terminó estrangulando a su mujer en un ataque de locura?¿No tendrá, más bien, algo de necrofílico este interés por resucitar a un "perro muerto", sobre todo cuando este perro tiene un inconfundible color rojo?Ciertamente no son sus concesiones teóricas a la ortodoxia del partido, ni su convencimiento en la cientificidad del marxismo, ni tampoco sus repetidas y paradójicas "autocríticas" lo que me interesa rescatar de Althusser.Más interesante resulta examinar su figura en el contexto de las relaciones Nietzsche-Freud-Marx durante los años cincuenta y sesenta en Francia, con el objeto de profundizar en su