decide sacrificar sus apetencias personales, el brillo social, la ganancia económica, a veces incluso la posibilidad de una vida familiar, para dedicar todas sus horas y el máximo de sus capacidades a la búsqueda del conocimiento.Es investigador, se dice, con tono de admiración que no alcanzan a manchar los inevitables rastros de ocasional envidia; hacia esa persona se vuelven siempre los ojos con interés, sintiendo que en cualquier momento nos puede iluminar con alguno de los esquivos relámpagos de esa ciencia en cuyo altar oficia sin descanso.