<span lang="es">La literatura femenina; si entendemos por esto la escritura de mujeres,</span><span lang="es">se ha caracterizado por ocultarse en muchas ocasiones tras la potestad</span><span lang="es">de los hombres. Claro ejemplo de esto son las escritoras George Sand</span><span lang="es">y George Eliot, que tras su seudónimo esconden su ser femenino para</span><span lang="es">participar del mundo literario de la época. Con Sor Juana Inés de la</span><span lang="es">Cruz y la Madre del Castillo tenemos, en el mundo hispano dos claros</span><span lang="es">ejemplos de conciencias agudas y con una destacada inteligencia que</span><span lang="es">se tenía que ocultar tras los temores de la inquisición. Sus confesores</span><span lang="es">irán a ser la clave fundamental que acalle su vivacidad de pensamiento</span><span lang="es">y la manifestación de ello en su escritura. La monja jerónima empleó,</span><span lang="es">para salvaguardar un poco su autonomía, algunas claves que ratifican</span><span lang="es">su perspicacia e inteligencia; por su parte, la Madre del Castillo, fue</span><span lang="es">acallada fácilmente por su confesor. Así, el presente artículo pretende</span><span lang="es">esbozar el problema de estas dos escritoras religiosas en un mundo</span><span lang="es">que se debate entre la inquisición y la inteligencia; "entre la hoguera</span><span lang="es">y la sabiduría</span>