En el Ion se da una explicación de la inspiración poética adjudicándole las características propias de lo irracional. Pero a través de la problemática planteada en el Banquete, la poesía misma empieza a ser convertida en un medio por el cual el filósofo puede llegar al conocimiento de las verdades abstractas. Se establece entonces un enlace entre la inspiración y el concepto, dejándose clara la compatibilidad entre los deseos de los hombres de hablar de los dioses, y la necesidad de un discurso conceptualmente consistente. Pero la filosofía, todavía más, es asimilada al nivel superior de la locura adoptando de este modo un carisma particular que Platón antes ha atribuido, con explícita necesidad de desacreditarles, a la poesía y al poeta. La locura abre en el Fedro unas importantes perspectivas con las cuales cerramos el cuadro que hemos trazado a nuestra discusión, el Banquete y el Fedro, presentan como fundamento del ascenso a las esencias, eternas, no la curiosidad meramente intelectual, sino el Eros, una locura atravesada por la pasión de naturaleza incuestionablemente divina. El decurso platónico nos lleva de tal modo a un completo dominio filosófico, en el que, sin embargo, poesía y filosofía, llegan a constituir una indisoluble unidad.