a a finales del siglo XVIII se pensaba que la fiebre puerperal se debía a un contagio por miasmas, pero no se progresó en su identificación ni en las vías de transmisión.En 1773 Charles White (1728-1813), de Manchester escribe un Treatise on the Management of Pregnant and Lying-in Women en el que recomienda «inyecciones emolientes y antisépticas en el útero en los casos en que los loquios se tornan fétidos», limpieza esmerada y adecuada ventilación (1).Por la misma época, Joseph Clarke y Robert Collins en Irlanda disminuyen notoriamente su incidencia con el lavado del personal y de la sala de partos, la limitación de los exámenes vaginales durante el trabajo de parto y la limpieza permanente de las sábanas y las camas (2).En 1795 Alexander Gordon (1752-1799), de Aberdeen, publica un Treatise on the Epidemic Puerperal Fever of Aberdeen en el cual aconseja que «después de asistir a pacientes atacadas de fiebre puerperal, procurasen lavarse con esmero e hicieran fumigar debidamente sus instrumentos» (1).L. J. Boër (1751-1835) implanta en la Maternidad de Viena normas semejantes a las de Charles White de Manchester para tratar de disminuir la fiebre puerperal.La mortalidad desciende al 0,9%.Pero su sucesor, el profesor Klein, no las acata y la mortalidad asciende a 7,8% y luego a 29,3% (1,3).