olamente se comprende lo que sucede si se sabe captar lo inau gural.Es por esto que todo pensamiento auténtico retoma una especificidad de la existencia humana: se siembra para cosechar más tarde.Es así como a finales de los años setenta anuncié el retorno de Dionisios, dios de la orgía, insistiendo en el papel, cada vez más importante, que la pasión (orge) iba a tener en nuestras sociedades.De la misma manera, en relación con otro sentido de la palabra (orgos: iniciado), señalaba el lugar primordial que la iniciación iba a asumir en el neotribalismo contemporáneo.¿Qué habría que de cir, sino que al contrario de lo que se acostumbra decir hay energía en la vida social?Pero hay que reconocer, aunque esto les choque a muchos observadores, que esta energía se expresa a la vez en lo inmediato, en lo cercano, en lo cotidiano, en la búsqueda de un hedonismo refinado.En todo caso, por fuera de las instituciones racionales, terreno predilecto de una sociología miope.Es así como se oye con frecuencia hablar de hiperconsumo.Una más de las exageraciones utilizadas para ocultar el hecho de que ya pasamos a otra cosa.Para quien no esté dopado por el conformismo reinante, es evidente que el desmesurado apetito por los objetos, la rápida obsolescencia de los amores, el frenesí que genera lo nuevo, debe rían incitarnos a darle otro nombre al mariposeo vertiginoso que caracteriza las maneras de ser posmodernas.Georges Bataille, con su noción de gasto, había proféticamente esbozado sus límites.Pero hoy en día, el consumo, la sed intensa de derroche a todo nivel, se volvió una realidad cotidiana que está en las antípodas de la mitología del progreso característica de la modernidad.Y es justamente con la invención de un mito, el mito del