La complejidad de la sociedad en que vivimos se refleja también por el mosaico de conexiones e intercambios a partir de la diversidad étnica, biológica, económica, ideológica, religiosa, de espiritualidad, de creencias, de género y de orientación sexual, entre otros. Todos estos aspectos de cada individuo afectarán su vida, y consecuentemente, su salud. A su vez, una de las características de la bioética es precisamente la interculturalidad, puesto que propone negociaciones y acuerdos para solucionar los conflictos en el marco de la salud. En este sentido, se destacan diferentes ámbitos de atención a la salud, es decir, el ámbito doméstico o casero, el ámbito de las alternativas en salud y la medicina tradicional, y el ámbito de la medicina científica. La interculturalidad en salud puede entonces definirse como la complementariedad ecuánime y la comprensión de visiones institucionales y tradicionales sobre los aspectos sociales, políticos, económicos y sobre todo culturales que afectan a la salud. La interculturalidad y la bioética son también capaces de fundamentar políticas de convivencia, ciudadanía y derechos humanos, bien como capaces de estimular el respeto por las distintas cosmovisiones, sin olvidar de conectar los procesos de salud y la armonía con la naturaleza