El Centralismo empezó en sofocar la gestión pública en especial frente a la prestación de los servicios, dada la congestión generada en los organismos burocráticos nacionales. Por otro lado la decadencia en la legitimidad del régimen democrático evidenció la necesidad de repensar el aparato político estatal de manera que se generaran los espacios idóneos para lograr la participación de la ciudadanía. Es de esta manera que aparece la descentralización como técnica encaminada a la transferencia de funciones a entidades territoriales atendiendo a sus necesidades locales. Dicha transformación de la estructura estatal se fundamenta esencialmente en la necesidad de lograr una mayor injerencia de la ciudadanía en los asuntos públicos, de forma tal que se superen los esquemas clásicos de la democracia representativa, y se logre la institucionalización de la democracia participativa.