<p>Uno de los conceptos clave de la democracia griega es <em>parrhesia </em>(parrhsÛa): <em>decirlo todo</em>; <em>hablar franco</em>; <em>libertad de palabra;</em> <em>decir verdad</em>. Normalmente, su óptimo ejercicio se ha asumido como un principio capaz de conservar dicha forma de gobierno en la medida en que, ante una decisión difícil y crucial (económica, bélica o social), señala siempre una verdad, un consejo positivo a la ciudad que es respetado por todos. En esa dirección, el <em>parrhesiastés</em>, al ocupar el papel del que dice todo, debe ser alguien lo suficientemente recto y ejemplar como para hacerse considerar: es el ciudadano íntegro comprometido con el bienestar de la <em>polis</em>. Sin embargo, la <em>parrhesia</em> no se limita a ese ámbito de acción ni es exclusiva del ciudadano. En este estudio se analizan esos otros lugares: el preconstitucional (como condición de posibilidad para los <em>nomoi</em> de Solón ya en el siglo VI a. C.) y el filosófico (en su identidad con el <em>êthos</em> virtuoso y libre); ello con el propósito de sostener la idea según la cual la <em>parrhesia</em> llega a convertirse en la manifestación excelsa y paroxística de la autonomía y la libertad del filósofo en la época helenística, especialmente con los filósofos cínicos.</p>