Buena parte del resultado de las cronicas de viajes se convierte en obras literarias de gran valor y definicion. Otras, sin mayores pretensiones, abarcan un universo inesperado no deliberado e impredecible a la vista interpretativa. Es el caso de Natalia Aguirre con sus 300 dias en Afganistan (2006), en donde dos mundos, dos formas de escritura narrativa, dos generos invertebrados mas no quebradizos y mucho menos amorfos, sumados a dos miradas sobre una situacion, comunican grandes contrastes. Aunque por encima de ellos logra configurar en el lector una mirada equidistante, apoyo enorme al casi imperceptible constructo ficcional de este relato. No obstante, cada fragmento que produce podria constituirse en una descripcion de largo alcance frente a su totalidad. Este es quizas el elemento que logro convertirlo en un texto sui generis, llamando la atencion sobre un vigor renovador en las letras, al aceptar su prodigalidad en la descripcion sociologica, mediante una generosa relacion intercultural poco acostumbrada mas que para acentuar la diferencia. Desde alli pone en contacto al otro con la experiencia vivida, de un modo paradojico a traves de un espacio-tiempo desconocido que los liga como seres vivientes mediante la experimentacion de mundos contiguos a su entorno cotidiano. Justamente desde alli, asentado en canones aun por definir, comienza la historia: