La Academia platónica, de cuyo nombre se ufana la actual institución universitaria —con el orgullo propio de la gloria de un alto origen—,tenía un espíritu que resulta hoy del todo ajeno a la mayor parte de su incontable descendencia. Perdidos hoy en la maravillosamente globalizada confusión, una gran cantidad de promotores, autoridades, directivos, administradores, profesores y alumnos no solo ignoran tanto la existencia como la naturaleza de la Academia, sino que, cuando llega a sus mentes aquella constelación designificados del desinterés del saber, de su fin contemplativo, de la prosecución infatigable del conocimiento que solo atiende a la comprensión —y quizás a la belleza— de su objeto, deslumbrados quizás por una grandeza que no pueden comprender y que para ellos resulta del todo novedosa (tan diversa se les presenta la vida universitaria) la entienden como imposible para nuestros tiempos, la rechazan como ajena a los intereses de las “mayorías”, la etiquetan con el despectivo “idealista” o simplemente pasan de largo como ante una presencia que no les dice nada; cuando no ocurre que le tiran piedras —elegantes, floridas, “sabias”, eruditas— con críticas a la posibilidad de la verdad, a la existencia misma del conocimiento, a laesperanza que alienta toda búsqueda que no tenga por recompensa un tesoro material, prestigio, posición, poder… El autor plantea la necesidad de la fidelidad a aquel maestro, y la búsqueda de aquellos ideales que fueron fundacionales de Occidente, quizás como remedio de un malestar difuso, patente y crecientemente corrosivo, convencido de que es la traición a tan noble origen la causante de malentendidos, desaciertos,frustraciones, desesperanzas y envilecimientos en el actual “mercado del saber universitario”.